El entrenamiento de fuerza se ha convertido en la actualidad en el vértice del ejercicio físico controlado. Desde que la corriente de investigadores y especialistas dejaran atrás la vieja clasificación de las “4 cualidades o capacidades físicas básicas”, fuerza, velocidad, resistencia y flexibilidad y surgiera la nueva corriente encabezada entre otros por Tous (1999), donde la fuerza sería la única capacidad fundamental y la resistencia aeróbica y la velocidad serían dependientes de ésta y así mismo la misma fuerza pasaría a “ayudar en la manutención y mejora de las mismas”, siendo a su vez la coordinación y la flexibilidad facilitadoras el panorama del ejercicio físico ha dado un vuelco sustancial.
A día de hoy se considera la fuerza como el objetivo prioritario de trabajo, desde todas las perspectivas. Un anciano debe trabajar fuerza con la idea de frenar sus descensos en los picos hormonales, lo que se viene a llamar trabajar a favor de la resistencia anabólica que no es otra cosa que trabajar en contra de la sarcopenia. De sobra es conocida la reducción a partir de los 40 años por regla general de la pérdida y disminución de testosterona y por ende del tejido contráctil, el músculo y de ahí que necesitemos trabajar fuerza. Pero igualmente este trabajo de fuerza debe ir acompañado con las variables de programación “remando” a favor de la misma, es decir es de suma importancia que las velocidades de ejecución sean rápidas puesto que nos interesa las conexiones neuromusculares y que sean totalmente funcionales y acordes a nuestra actividad del día a día. De la misma manera este trabajo de fuerza nos favorecerá la creación de trabéculas o en su defecto el no deterioro que nos evitará contraer diversas patologías osteoarticulares de entre las que destaca la osteoporosis, principalmente en mujeres, por todo ello resulta imprescindible conseguir un “pico” de fuerza importante que nos beneficie y nos frene la irremediable caída de testosterona.
Pero además quedan atrás esos años donde pensar que el entrenamiento de fuerza/pesas “impide el crecimiento”, tenemos datos a día de hoy concluyentes y que nos demuestran como, nuevamente, la fuerza favorece el desarrollo en edades tempranas, entre otras cosas debido a un mayor aumento de hormona del crecimiento.
“El secreto de su fuerza está en la fuerza de sus deseos”
Sigmund Freud
Y desde diversas patologías metabólicas tenemos datos a día de hoy que nos indican que lo mejor es “acondicionarse para las caminatas o carreras” y no “caminar o correr para el acondicionamiento” y este claro ejemplo lo tenemos en patologías como la obesidad donde debemos hacer un trabajo conjunto de fuerza que nos acondicione zonas musculares que tenemos desadaptadas y que pueden provocarnos diversos problemas osteoarticulares debido a ese sedentarismo unido al sobrepeso, nuevamente la fuerza pasa a tomar protagonismo.
Y esa obesidad, suele estar asociada al síndrome metabólico. Este síndrome metabólico podemos definirlo como el conjunto de enfermedades que se pueden dar al unísono en un mismo sujeto y que elevaría los factores de riesgos cardiovasculares. La asociación de obesidad, diabetes, hipertensión, elevación sanguínea de triglicéridos, bajos niveles de colesterol HDL, entre otros se dan a causa de la mala alimentación y del sedentarismo principalmente y como tal el mejor medicamento es el ejercicio físico. Muy al contrario de lo que se pensaba hace años, “no se trata de salir a andar”, nuevamente la fuerza se torna imprescindible para este tipo de patologías.
¿Por qué es importante la fuerza en las enfermedades metabólicas? ¿Por qué es importante en la diabetes tipo II y las enfermedades cardiovasculares?
“El entrenamiento de sobrecargas (fuerza) ha demostrado aumentar la masa muscular, reducir el índice de masa corporal (IMC), mejorar la sensibilidad a la insulina y aumentar el transporte de glucosa” (Pereira et al., 2004; Umpierre et al., 2013; Yang Z et al., 2014), en Shiroma et al., (2016).
Es decir, vamos a conseguir disminuir el peso corporal, mediado por la grasa sobrante mediante la acumulación hormonal y el EPOC generado post entrenamiento que hará que se activen las lipasas y por ende la ruptura del triglicérido en ácidos grasos para su posterior utilización en la célula muscular, de esta manera también conseguiremos aumentar el tamaño del músculo y por tanto aumentaremos nuestro ritmo metabólico de reposo lo que favorecerá un mayor gasto calórico que nos ayudará a revertir nuestros problemas de obesidad. Por otro lado aumentará el control glucémico que no es otra cosa que nuestras membranas musculares tengan más afinidad y por ende se vuelvan más permeables para captar la glucosa sanguínea y se mantengan en sangre la cantidad correcta, 3 gramos o euglucemia que evitará los posibles problemas de toxicidad que pueda ocasionarnos una hiperglucemia asociada a una deficiente actuación de nuestra insulina endógena. Además la mejora endotelial, circulación sanguínea y la tensión arterial son otras de las mejoras que podemos conseguir con el entrenamiento de fuerza.
Pero no debemos llegar a la confusión, no quiere decir esto que el entrenamiento cardiovascular no tenga cabida en este tipo de entreno que por supuesto lo tiene, de hecho se complementa para la mejora en el síndrome metabólico, pero estamos hablando de fuerza y de cómo si o si debemos incorporarlo en todos los programas de acondicionamiento físico, de mejoras de capacidades, de rendimiento o incluso de estética corporal.
En el análisis actual de Shiroma et al., (2016) se hizo un seguimiento de 35.754 mujeres con una media de 62 años de edad. El estudio constó de un extenso cuestionario donde el objetivo final era evaluar las correlaciones positivas entre el entrenamiento de fuerza y el riesgo de padecer diabetes tipo II y enfermedades cardiovascular.
Los resultados indicaron una reducción de la diabetes tipo II del 30 % de aquellas mujeres que participaban asiduamente en programas de fuerza comparándose con las mujeres que no informaron sobre su participación en programas destinados a esta capacidad física. Además se comprobó una reducción del 17 % en lo concerniente a la aparición de enfermedades cardiovasculares en mujeres que participaron en programas de fuerza. Otros de los resultados interesantes fueron que se obtuvieron mayores beneficios para las mejoras en la diabetes tipo II y en enfermedades cardiovasculares cuando se hacían ejercicios que introducían fuerza y resistencia aeróbica en comparación que ejercicios exclusivamente aeróbicos.
Si o si la investigación a día de hoy es clara si quieres salud entrena fuerza, si quieres rendimiento entrena fuerza y si quieres estética entrena fuerza
Intentar establecer las competencias clave que todo estudiante del Siglo XXI debería desarrollar no es tarea fácil, sobre todo si nos ponemos a analizar la asombrosa cantidad de artículos que existen al respecto y que tratan de analizar y descifrar cuáles son dichas competencias.

La sociedad en la que vivimos es una sociedad que reclama cada vez con más insistencia el desarrollo de unos perfiles profesionales basados en la adquisición de una serie de competencias que considera clave para el desenvolvimiento de la persona en un mundo cada vez más competitivo en todos los sentidos. Dichas competencias, que de manera general definimos como el conjunto de conocimientos, habilidades, destrezas y valores que una persona ha de adquirir con el fin de utilizar, aplicar, implementar y/o desarrollar posteriormente, han de ser trabajadas convenientemente en los centros e instituciones educativas que van desde la infancia hasta la edad adulta. Pero, ¿cuáles son esas competencias?
Dependiendo del contexto en el que nos encontremos y, entre otros, de la profesión que tengamos que desempeñar o estemos desempeñando, hay una serie de competencias que se consideran más “necesarias” que otras. Ahora bien, lo cierto es que para ser ciudadanos de un mundo cada vez más globalizado, creemos que hay competencias que deberíamos desarrollar todas las personas y, quizá con más razón, nuestros estudiantes universitarios, líderes del futuro, de un mundo en constante cambio y movimiento. Y es que la variedad y número de competencias que nos encontramos según el contexto en el que nos movamos es muy extensa y diversa.
Villa y Poblete (2008) definieron las competencias como “el buen desempeño en contextos diversos y auténticos basado en la integración y activación de conocimientos, normas, técnicas, procedimientos, habilidades y destrezas, actitudes y valores”. Sin duda, un largo trabajo el que tenemos por delante los ciudadanos en general y los educadores de los distintos niveles educativos en particular. Pero eso es lo que hay y en lo que tenemos que poner toda nuestra energía, pues es en las nuevas generaciones en las que hemos de depositar toda nuestra confianza y esforzarnos al máximo con el objetivo de lograr trabajadores efectivos y ciudadanos comprometidos con la sociedad del conocimiento y la información de la que todos formamos parte.
En los últimos años se ha generalizado el uso del término responsabilidad social corporativa (RSC) en organizaciones muy variadas. El origen de este concepto no se puede fijar de forma precisa, pero es evidente que desde mediados del siglo pasado la RSC ha ido ganando terreno en la gestión empresarial y en el ámbito académico. Hace algunas décadas existían posturas contrarias a la RSC que argumentaban que la empresa debe tener como único objetivo la maximización de beneficios. Sin embargo, en la actualidad, estas ideas no están respaldadas de forma mayoritaria. Es evidente que para la empresa, conseguir un beneficio económico no es una opción, ya que de ello depende su propia supervivencia. No obstante, ello no impide que una organización pueda atender otras prioridades (sociales, medioambientales, etc.) demandadas por la sociedad.
Los numerosos escándalos de corrupción, habituales en organizaciones y países variados, han propiciado, junto con malas prácticas empresariales que han supuesto vidas humanas o catástrofes medioambientales, que parte de la sociedad se interese por las actividades realizadas por gestores públicos y privados. De esta forma, conceptos como la rendición de cuentas, la transparencia informativa o el buen gobierno, entre otros, están cada vez más presentes en las estrategias que diseñan las organizaciones.
Como demuestran multitud de iniciativas y programas en universidades de los cinco continentes, la RSC también ha llegado a la educación superior. En primer lugar, este interés se ha materializado en la creación de unidades con equipos de trabajo especializados para incorporar la RSC en las prácticas habituales de las universidades. De esta forma, se intenta superar el habitual y criticado distanciamiento que existe entre la universidad y la sociedad, pudiendo transmitirse así la labor que efectúan las instituciones de educación superior en beneficio de su entorno más cercano.
En segundo lugar, la implantación de la RSC en el contexto universitario se puede apreciar mediante la creación de asignaturas en los planes de estudio de grado y postgrado. Esta medida permite acercar la materia a los actuales alumnos y futuros profesionales, lo que puede generar efectos positivos en su formación y sentar las bases para que, el día que ocupen puestos de responsabilidad en la sociedad, actúen de forma justa.
Aunque ambos grados pertenecen a la rama de las ciencias jurídicas y sociales y en muchas ocasiones sus salidas profesionales coincidan, lo cierto es que estos estudios tienen más diferencias de las que a priori pueda parecer.
Administración de Empresas (GADE) tiene como objetivo formar futuros profesionales capaces de realizar labores de gestión y administración de las organizaciones productivas a través de sus diferentes materias:
Dirección Estratégica, Política de Empresa y Economía de la Empresa - por citar algunas - facultan a sus estudiantes para la correcta selección de inversiones, la elección de fuentes de financiación, fórmulas de crecimiento interno y externo de la empresa,… todas ellas, habilidades necesarias para el departamento de administración por ejemplo.
Dirección Comercial e Investigación de Mercados aportan conocimientos y habilidades para establecer la política de precios, análisis del mercado, del entorno y sus competidores, del canal de distribución idóneo,… necesarias todas para el departamento comercial.
Contabilidad Financiera, Contabilidad de Sociedades, Contabilidad de Costes, Análisis de Estados Financieros y Auditoría – entre otras – permiten a sus estudiantes adquirir competencias para la llevanza de los libros de contabilidad, realización y elección de presupuestos, control de costes, análisis la situación económica y financiera de la empresa,… funciones y herramientas básicas para cualquier departamento de contabilidad.
Derecho Fiscal, Derecho Mercantil, Introducción al Derecho de la Empresa – por ejemplo – facultan para la correcta elección de la forma jurídica de la sociedad, redacción y modificación de los acuerdos sociales, conocer los requisitos para su constitución, los derechos y deberes del administrador, de la empresa y del empresario o la correcta presentación de tributos tan importantes como IVA, IS o IRPF tan necesarios para el departamento fiscal de las empresas.
Derecho Laboral, Dirección de Relaciones Laborales y Economía de la Empresa, entre otras, aportan luz para la selección del personal, la organización interna de la empresa, la elección de los contratos laborales, enseñan técnicas de motivación y liderazgo, nóminas y seguros sociales,… funciones necesarias para el área de recursos humanos.
Económicas (GE) tiene como objetivo capacitar a sus estudiantes para labores de gestión y asesoramiento en asuntos económicos en general:
Historia del Pensamiento Económico, Política Económica de la UE, Sistema Económico y Financiero – entre otras – buscan facultar a sus estudiantes para el conocimiento y comprensión de los sucesos económicos pasados, conocer sus errores y aciertos y su incidencia en la situación económica actual, conocer el sistema económico imperante, sus mecanismos de funcionamiento y las funciones de los diferentes organismos de la UE en profundidad por ejemplo.
Economía Internacional, Finanzas internacionales y Economía Monetaria y Financiera – por citar algunas – dan respuesta a las políticas macroeconómicas de la UEM, explican los mecanismos de cobertura de riesgos, la paridad de las divisas, el funcionamiento de una economía abierta, el efecto de las medidas de política económica,… entre otras muchas respuestas teóricas.
Comercio Internacional, Teoría de Juegos y Macroeconomía dinámica, por nombrar varias del área de análisis económico aportan competencias para la interpretación de las decisiones individuales y sociales, la liberalización comercial, explicación de los patrones comerciales y análisis de las cuestiones macroeconómicas en un contexto dinámico por ejemplo.
Matemáticas para Economistas, Estadística Avanzada, Econometría Aplicada y Microeconometría utilizan herramientas matemáticas para la comprensión de los fenómenos económicos, búsqueda de patrones de comportamiento, fórmulas de predicción, análisis económico a través del razonamiento matemático, etc.

En definitiva, si buscas dar respuesta a los motivos por los que el Banco Central Europeo aplica una medida concreta de política monetaria y su repercusión en la economía española pide ayuda a un economista pero si lo que pretendes es formar parte de la dirección intermedia o alta dirección de una empresa, entonces decántate por un profesional de Administración de Empresas.
La prestigiosa revista de investigación The British Journal of Sports Medicine publicaba el pasado noviembre un interesante estudio realizado en Reino Unido con nada menos que 80.306 participantes.
En dicha investigación de Pekka Oja (UKK Institute, Tampere) se buscaba una relación entre seis modalidades deportivas y los riesgos cardiovasculares más comunes. Estas modalidades eran fútbol, running, actividades dirigidas aeróbicas, deportes de raqueta, natación, y ciclismo. Para ello seleccionaron a personas que llevarán practicando una de estas modalidades durante un tiempo razonable y les realizaron varias pruebas y encuestas relacionadas con factores de riesgos cardiovasculares.
Lo sorprendente de los resultados de esta investigación, y en contra de la creencia popular de que el running o ciclismo son dos de las mejores actividades para disminuir los riesgos cardiovasculares, los resultados muestran menores factores de riesgo cardiovascular en los participantes que practicaban deportes de raqueta (un 59% menos), natación (un 41% menos), y actividades dirigidas aeróbicas (un 36% menos); en comparación con un 13% del running, 10% del ciclismo, y solo un 6,4% del fútbol.

Disminución del riesgo cardiovascular respecto a un sedentario
Así que, si queremos tener una buena salud cardiovascular parece mejor aficionarnos a Pádel, Tenis, Natación, Aerobic, Step o Fitness que a correr o salir en bicicleta.
Fuente:
Pekka Oja; “Associations of specific types of sports and exercise with all-cause and cardiovascular-disease mortality: a cohort study of 80306 British adults” British Journal of Sports Medicine, Nov 2016.